martes, 11 de agosto de 2015

ALICIA ¿EN EL PAÍS DE QUÉ?

Escribiendo y compartiendo con vosotr@s
(...)Nos tomamos otro café en una cafetería muy literaria que habían abierto hacía poco en la misma calle. Me quedé maravillada con el sitio. Una decoración vintage con muebles decapados y un caótico mosaico de diferentes papeles pintados en las paredes. Apliques antiguos en las paredes y una lámpara de araña colgando del techo del salón principal. Los libros cubrían las paredes y ocupaban las mesas. Parecían olvidados por sus dueños, pero habían sido depositados con mimo, quizá para darles la oportunidad de ser leídos y ojeados por esos clientes, que olvidando por un instante las prisas, se deleitaban con un café y unas cuantas palabras.
En el momento en que traspasamos el umbral, inundó mis fosas nasales un aroma a café y a papel, y me sentí cómoda de inmediato. Y cuando se acercó a tomarnos nota la dependienta, que luego supimos que era la propietaria, ya supe que podía llegar a ser mi lugar favorito en el mundo. Lola era una mujer cincuentona, con el cabello rojo fuego, una indumentaria muy colorida y las muñecas llenas de pulseras de cuentas de colores. Se la veía muy alegre y charlatana, y de inmediato nos dio conversación. Era lo que me faltaba para adorar aquel lugar. Una propietaria encantadora, litros de café y montañas de libros para ojear o comprar…aquello era el paraíso para mí. Y más en aquel momento, que estaba tremendamente sensible y más introspectiva que nunca. Disfrutar de la soledad era en esos momentos mi objetivo principal, y me hice el propósito mental de acudir dando un paseo todas las mañanas para tomar un café y leer un rato en aquel entorno tan idílico y al mismo tiempo territorio neutral, sin recuerdos, reproches ni dudas. El Café Alejandría se acababa de convertir en mi Suiza particular.

Durante las siguientes dos semanas a parte de una visita para comer con Susana y Paco en su casa y dar un achuchón a mis gemelos favoritos, me dediqué a mi misma, a mi casa y a darle vueltas a la cabeza. Creo que estuve un poco meditabunda en aquella comida y debí dejar preocupada a Susi, porque aunque inventé mil excusas para no salir con ellas los días siguientes, no sirvió de nada. Es que tengo la regla y un dolor de ovarios que lo flipas, es que estoy sin depilar y parezco Macario, es que he dormido mal y me duele la cabeza…y un montón de esques más, que ni de lejos iban a convencer a mis dos amigas para que me dejaran en paz con mi soledad, sino todo lo contrario: se plantaron en la puerta de mi casa para autoinvitarse a unas cervezas. Y como sólo tenía un limón mustio, una bolsita de ensalada y dos yogures pasados en la nevera, bajaron al super de la esquina a por vino, cervezas y dos bolsas de papas e hicimos una sentada en el sofá.(...)
Esto va creciendo y ya es real...catorcemil palabras y creciendo...

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