sábado, 19 de diciembre de 2015

FELICITACIONES, NUEVOS PROPÓSITOS Y JORNADA DE REFLEXIÓN.



He recibido esta bonita caja de madera, deseándome un feliz y lento Año Nuevo 2016. Dentro, un caracol, un símbolo de lentitud por los siglos de los siglos. Y, junto a el simpático caracolito rosa, una felicitación navideña especial, un mantra, una petición, un deseo de que se cumpla...



No tiene pinta de felicitación navideña, ¿verdad? No lo parece..., casí ni lo es. Al menos, no una de las típicas. Esas tan manidas, con frases que nos sabemos de memoria, que casi se escriben solas. Pero antes de seguir, querría que la leyeráis...con atención...


Sé que esta felicitación tan especial, será el resultado de una cara campaña publicitaria, muy bien confeccionada por unos cuantos publicistas, que pretenden removernos por dentro, apelar a nuestra sensibilidad interior, a nuestra ñoñería navideña, mientras ellos están comprando regalos carísimos de última tecnología a sus hijos, para compensar esas horas que no están. Sé que lo único que pretenden es que venda mejor sus juguetes, que crea en sus palabras, que aún siendo verdaderas no sé si podré cumplir, con el reloj acelerado por el que regimos nuestra vida. Sé que apelan a mi propia culpabilidad como madre que no pasa todas las horas que querría con sus hijos. La misma culpabilidad que ellos sienten; la que les ha inspirado para felicitar la navidad a los clientes de su empresa. Y no sé si me va a hacer comprar más, o vender más y mejor sus juegos. Lo que sí ha conseguido, aunque sea por un instante, es pensar en mis propósitos de año nuevo. Y que , junto al de todos los años de dejar de fumar_ que no sé cuando cumpliré_, y a los siempre utópicos de dedicarme más tiempo a mi misma y ser más feliz, añada a la lista el de querer vivir más despacio. Sí, yo también deseo un Lento Año Nuevo, en lugar de próspero. Que nos sentemos más con los nuestros, que compartamos momentos de no hacer nada, de dejar la plancha para luego, de ya lo haremos mañana que ahora vamos a jugar con los niños. Será difícil salir de la rutina, que es como un bucle, un agujero de gusano que te engulle y te atrapa a toda velocidad: casa, cole, trabajo, corriendo a casa de nuevo, comida, merienda, al cole de nuevo, deberes, trabajo, lavadora, duchas, cenas y llegar al cuento de buenas noches con ganas de que te lo cuenten ellos a tí.
Las navidades son fechas nostálgicas, en las que nos invade un sentimiento de tristeza por el año pasado, por los seres queridos que ya no están, por los sueños y propósitos que hemos dejado de cumplir de nuevo...pero también son fechas de ilusiones renovadas, de nuevos propósitos. A final de año hay que parar, respirar y tomarse una jornada de reflexión, como con las elecciones. Repasar el año caducado y hacer balance, plantearnos si vivimos la vida que queremos, con quien queremos y como queremos. Y hoy, gracias a esta felicitación navideña me ha tocado jornada de reflexión a mí. Aquí estoy, trabajando, deseando que el reloj toque las ocho para compartir una cena caótica de sábado por la noche con mi familia. Prácticamente la única noche de la semana que cenamos juntos los cuatro y hoy pienso disfrutarla. Hoy me dan igual los codos en la mesa, los eructos y los manchurrones de ketchup en la pechera. Hoy hago el propósito de disfrutar de la cena, con calma, dejando los platos para luego, compartiendo luego el café con mi marido....y ya fregaré mañana.

Feliz y Lento Año Nuevo literaut@s...



















viernes, 25 de septiembre de 2015

ADIOS A LA RESACA POST-VACACIONAL, ¡HOLA OTOÑO!


Septiembre. Otoño. Ha llegado la rutina para quedarse. La vuelta al trabajo, al cole y a ordenar armarios. Qué gustazo. . Habéis leído bien, ¡qué GUS-TA-ZO! ¿Qué pasa? Me encanta la ropa de otoño. ¿Es que soy la única que necesita vacaciones de las vacaciones? Porque mucha playita y mucho relax..., ¡y una mierda! Con nombrar el tándem niños-playa ya sabéis lo que quiero decir. Y aquí la edad me pesa, porque yo hace veinte años sólo necesitaba una mochilita y la toalla para pasar el día a la orilla del mar, y ahora, ¡oh my God!, casi que tengo que preparar la maleta.  Y entonces, cuando a mitad de julio ya no puedes más, es cuando (aún tirando de tarjeta de crédito o del COFIDIS), lo envías todo a rodar, y decides hacerte un viajecito para desconectar. Pero...¡otra mierda! El estrés ya empieza con hacer el equipaje en cuestión. Si organizar la bolsa de playa y no dejarse la crema solar pantalla total es difícil, imagina meter en el menor espacio posible (los maleteros no son infinitos y la facturación en el avión menos), ropa y enseres para todas las inclemencias que se nos puedan presentar. El tiempo, hasta en agosto, es traicionero, así que hay que contemplar la posibilidad de que las isobaras se alíen con la ley de Murphy, y caiga la gota fría. A la lista variada de estilos de vestir por si vas de fiesta, por si refresca, por si montaña, por si playa, por si, por si..., hay que sumar el por si todo sale mal y se nos jode el tiempo del todo. Todo ello sumado a zapatos y complementos a juego con cada conjunto. Y encima cuando consigues cerrar tu maleta...aún faltan las de tus acompañantes, hijos y cónyuge para ser exactos. 
¡Uffff! Después del viaje en cuestión, en el que no descansas nada a causa del síndrome de Vamos a ver cuantas más cosas mejor, llegas a casa y hacen falta tropecientas lavadoras, una montaña de plancha y tres mil horas para volver a la normalidad. Sólo de escribirlo estoy cansada. ¿Desconectar?  Yo lo más que he desconectado este verano es el móvil. Y tampoco. O sea, que miento. Que estoy demasiado enganchada a las redes sociales y a decenas de blogs que siempre comparten newsletters interesantes que no puedo dejar de leer, como para apagar el teléfono o la tablet, a no ser que esté durmiendo, y ya sabéis que yo duermo poco.
Por todo ello, voy a gritar a los cuatro vientos... ¡Bienvenido septiembre!, ¡Viva la vuelta al cole! y ¡Encantada de volver a verla, señora Rutina! Y puedo afirmar con rotundidad que nunca más vuelvo a irme de vacaciones al estilo domingueros viajeros (o por lo menos hasta que se me pase el efecto de esta terrible resaca post-vacacional), a no ser que tenga un imprevisto GORDO, GORDO, MUY GORDO, de los de la Lotería.



Uno de esos imprevistos sí que me permitirán viajar a todo lujo a lugares exóticos imposibles, siempre con la correspondiente vacuna contra el síndrome mentado más arriba, que te garantiza viajar con garantías de salubridad, cocktail con sombrillita y cama king size en la suite presidencial (y una niñera inglesa con cuello almidonado y paraguas mágico para llevar a los niños de paseo por los tejados mientras mi marido y yo hacemos cochinadas)
Como hay más posibilidades de que me atropelle un camión, que de que me toque la lotería (sobretodo si no juego) y ya no digamos de que Mary Poppins aparezca cantando supercalifragilisticoexpialidoso, voy a poner los pies en el suelo y a ser realista. Voy a esperar a hacerme rica con este blog y a convertirme en una afamada escritora a lo Carrie Bradshaw recorriendo las calles de Nueva York, París y Londres y, por supuesto viajando a destinos exóticos como Kuala LumPUR o SingaPUR. Eso sí que relaja : SOÑAR. Porque lo más cerca de lo exótico (y de cualquier lugar acabado en PUR) que estoy ahora mismo es del AmbiPUR aroma zen que acabo de enchufar en mi salón. Mi salón, ese lugar de recogimiento, de relax y descanso, de complicidad y arrumacos...ahora que los niños tienen cole. Como en el anuncio de ciertos grandes almacenes...
                                   ....Ya es otoño...en casa de Carrie y Mr Big.
              

PD: Vaaaaleeeee...querid@s literaut@s...ni yo soy Carrie ni mi chico es Mr Big (aunque a partir de ahora lo voy a llamar así, mira por donde...) A mi me falta la nariz de loro, el estilazo para combinar trapos de su padre y de su madre y que queden bien, y un zapatero lleno de manolos. A mi partenair le falta básicamente pelo, un chofer/mayordomo/lameculos llamado Ambrosio, y visitar más la sastrería. Pero como Si Sueñas...Loterías...
                                                                                                              ...pues soñemos tod@s. 


domingo, 6 de septiembre de 2015

ADIOS VERANO, HOLA DIETA...







Bueno, bueno, querid@s literaut@s, el frotar se va a acabar, a otra cosa mariposa, sefini, caput...vamos, que a tomar por culo... el veraneo. Acabado el mes de agosto, se van diluyendo como azucarillos los helados, la playita, el café granizado en la terraza mientras corren los niños despendolaos, y la bendita media jornada, que te permite pasarte las tardes a la bartola, aunque, eso sí, asfixiada de calor y devorada por mosquitos de toda índole, sean autóctonos, tigres, leones o su puta madre. Así pasamos las tardes de verano las madres: entre mosquitos, crema solar, saltos de trampolín en bomba, chichones y betadine, consecuencia del que inventó las dichosas bicis sin ruedecitas. 

Pero, como alguna ventaja tiene que tener ser madre en estas caóticas tardes de verano, nos podemos deleitar con uno de los placeres que perdemos con la edad. Una de esas cosas que disfrutamos cuando somos niñas, y que luego vamos evitando porque no debemos, porque todo se coloca en el mismo sitio o por la operación biquini, postnavideña o la que sea. La cuestión es joder la marrana y que no podamos comer lo que queramos. Y ahí es donde las que somos madres tenemos la superexcusa para relamernos y no dejar ni una miguita de... las maravillosas sobras de la merienda de nuestros retoños.
Estamos en crisis y hay niños en el mundo que no tienen ni para comer. No puede sobrar nada de nada. Pero ¿Por qué creéis que han aumentado la venta de donuts, croisants de chocolate, napolitanas de crema y bollicaos? Porque nos hacemos cómodos, por no esforzarnos en hacer un sencillo bocadillo, porque cedemos ante las peticiones de nuestros hijos...Puede que también. Pero yo creo que nosotras y nuestra gula por el chocolate también tiene que ver. Yo empiezo el mes cuidando mi dieta y la de los niños haciendo propósito de merendar comida sana: bocadillos variados, zumos naturales y vasitos de leche. Pero siempre llegan esos días del mes, en los que me muero por el chocolate, y como "yo no compro nada de eso para así no comérmelo, solo de vez en cuando para los niños...", pues pasa lo que pasa. Acabo en el super asaltando la sección de bollería y devorando las sobras de la merienda de mis hijos con desesperación. Y quien dice merienda, pues dice el polo que se derrite, el helado de postre o la horchata fresquita que pobrecito ya no se puede acabar.
El verano es criminal. Veis como la operación biquini no tiene sentido. Solo sirve para ponernos el biquini la primera semana de verano. Una vez nos relajamos ya nos da igual la tripita o si nos rechinflan las chichas del culete. Y se abre la veda para zamparse todo lo prohibido. Eso sí, siempre que sean sobras de nuestros pezqueñines. Si vamos a la heladería no procede pedir una copa de tres bolas con sirope de chocolate. Nosotras un cafecito con hielo y sacarina. Las tres bolas que se las pida el niño..., Tres bolas o cuatro, pero aseguraos de que sobre...
Y, ¿adonde quiero llegar yo? Pues al momento actual: SEPTIEMBRE, y la consabida operación otoño. Ahora me jodo y a empezar nueva dieta: la de la piña, la del cucurucho, la de duncan...du, yo que coño se, pero luego busco en google y me imprimo una para pegarla con imanes a la nevera y...¿seguirla? Esperemos que sí. Lo peor de las dietas es el hambre voraz que pasas. Cuando se te retuerce el estómago y oyen tus tripas a diez metros a la redonda, es cuando te entra la desesperación. Como tengo una amiga psicóloga, ginecóloga y ahora restauradora que además, por desgracia, es experta en dietas, le pregunté el otro día que podía hacer para sobrellevar mejor hacer dieta y pasar hambre. Me ofreció una técnica psicológica supercientíficamente probada: VISUALIZACIÓN. ¿En que consiste? Es muy sencillo. Tengo un hambre que me comería un ciervo entero...pues voy a visualizar que me como una tortilla de patatas. Visualizo en mi mente como corto las patatas, las frío a fuego lento, bato los huevos y hago una tortilla gordita y jugosa por dentro. Y luego visualizo la tortilla deshaciendose en mi boca y me la zampo más agusto que un arbusto...en mi mente. Esta comprobado que la sensación de hambre desaparece, porque engañamos a nuestro cerebro. Yo no se si funcionará pero pienso empezar a ponerlo en práctica. Esta tarde, sin ir más lejos, mientras me comía los restos de un calipo de fresa de mi hijo, ha pasado un cochazo, que ni siquiera sueño tener en la vida, y el pequeñajo me suelta: "Mamá, yo quiero que compremos ese coche" Y yo le he contestado: "Pues visualízalo, visualizalo cariño...a ver si mañana lo tenemos aparcado en la puerta"

Buenas noches querid@s literaut@s...y ¡prohibido comerse los calipos!

sábado, 29 de agosto de 2015

BENDITOS BARES...


Me hago vieja. Lo sé. Me veo ya en la mesa camilla, con el brasero y cosiendo botones con las gafas de cerca en la punta de la nariz...¡Ay que no quieroooooooo! Yo quiero acabar en el bar de turno, jugando al parchís con mis amigas, arrugaditas como pasas, con el poleo del tiempo al lado. Y digo poleo, porque ya no será recomendable tomar café con nuestra edad. ¿Que por qué me ha dado ahora por pensar en que pasan, y pesan, irremediablemente los años? Pues porque, leyendo un artículo sobre los bares, esos fabulosos lugares en los que pasamos nuestra juventud, me he dado cuenta que no recordaba la última vez que había visitado uno de estos entrañables sitios Y me ha entrado una morriña de bar... No recordaba la última vez que en compañía de alguna de mis amigas, había intentado meter el chorrito dentro de la taza del water. Porque sí, no podemos negarlo, una de las cosas más características de ir de bares, es airear el chumino y vaciar la vejiga a duo. Y al que no lo entienda, vamos a resolverle el acertijo. 
A ver, tú estas muy agustito, dándole a la sin lengua e intercambiando risas con tu grupo de amigos, compañeros o lo que sea, y esa necesidad fisiológica que surge cuando ya llevas dos cervezas, te jode la conversación. Y no te queda otra que levantarte y abandonar ese lugar de culto para aventurarte hacia el servicio, que a veces la búsqueda se las trae. Esos pasillos que parecen sacados de Tesis, con fluorescentes que dan pavor. Esos giros, escaleras de caracol y bombillas colgando que a veces se encienden y otras no...por favor... que cuando llegas al baño de algunos bares ya no te meas, te cagas, pero de miedo.
Y después de salir del laberinto del fauno y llegar a la tierra prometida, te encuentras que, como si fueras Alicia en el país de los wc, tienes que adivinar por que puerta entrar. ¿Cual es el puto baño de mujeres? Es que quieren ser tan originales que tienes que hacer un curso acelerado de jeroglíficos.




Y cuando ya has resuelto el misterio y te decides por los melones, en lugar de por los limones, o por Caperucita en lugar del Señor Lobo, y abres la puerta, te encuentras con una cola, que ni la que se formó con el reparto de los panes y los peces, que me imagino que los apóstoles para organizar esa marabunta se las pasarían canutas. Así que allí estas, haciendo cola pacientemente, aburrida como una ostra, mientras tus amigos se lo pasan pipa fuera, repasando tu armario mentalmente a ver que modelito te falta, cagándote mil veces en tus tacones o haciendo mentalmente la lista de la compra o la de los reyes godos. Y cuando ya estás pensando en colarte en el baño del lobo feroz, que está siempre menos concurrido, entonces te toca y entras victoriosa en el retrete que no suele ser de cuento sino de película de terror. 
Si llevas unas cuantas copas, igual meas más a gusto que un arbusto, pero si aún vas serena...aquello parece la cámara de los horrores. Y si no te lo crees, prueba a hacer equilibrios sobre unos tacones de 10 centímetros, bajarte unos vaqueros que te has metido con calzador y, suspendida en el aire, (porque sobre mi cadaver mi culo roza la taza del water) intenta apuntar dentro de la taza, sujetando el bolso para que no te caiga. ES-TRE-SAN-TE. Y todo esto, mientras te rodeas en el mejor de los casos, de una decoración poética de gran nivel cultural, del tipo En caso de incendio, salir cagando o Caga feliz, caga contento, pero ¡por Dios! caga dentro. POESÍA con mayúsculas Pero ¡¿cómo no vamos a ir acompañadas al baño?! ¡Madre mía! esa tortura hay que soportarla en compañía y medio borrachuza a poder ser. Y más si encima cuando vuelves a la mesa...¡te has perdido la mitad de la conversación! ¡Qué horror! Te pasas cinco o diez minutos sin poder meter baza. Grave. Muy grave, ciertamente. 
Así que, ese es el motivo por el qué las mujeres vamos al baño de dos en dos, como mínimo. Porque, al menos, con un poquito de cháchara, resulta menos insufrible entrar en algunos cubículos. Hasta te olvidas del olor inmundo. En compañía, hasta pierdes tiempo en retocarte el maquillaje rodeada de orines y trozos de papel de water que se te pegan a los zapatos, fíjate tú.
¡Ay! Aunque no lo parezca, literaut@s, pienso en los bares, y en sus baños, con ternura. Y me ha entrado tal añoranza, que voy a decirle a mi hijo a ver si me acompaña al baño, mientras me cuenta como se ha pasado con maestría la última pantalla del Super Mario Bros. A ver si se me pasa un  poco la morriña por esos Benditos Bares.





miércoles, 26 de agosto de 2015

EL GUARDIÁN INVISIBLE


Hola querid@s literaut@s, hoy quiero recomendar uno de los muchos libros que he leído este verano con la brisa marina azotando mis cabellos. Y a pesar del sol, de la brisa que trae con ella el olor a salitre. A pesar del sonido sordo de las olas al romperse y del calor pegajoso que te recorre entera...cuando abría este libro sentía el frío cargado de humedad, el olor a musgo y la oscuridad gélida de los bosques navarros de Baztán. Una oscuridad que repleta de crímenes, muerte, fantasmas y miedo te envuelve entera y hace que en ocasiones te recorra una sensación de desasosiego que no se va ni cuando cierras el libro. Me ha gustado mucho la forma magistral de escribir de Dolores Redondo, y ya he empezado sin dudarlo el segundo libro de la saga, otro caso para la inspectora de homicidios Amaia Salazar. El guardián invisible es un impactante thriller que tiene su mejor baza en el contraste entre lo científico y lo mitológico. Una impactante novela negra que mezcla con originalidad el realismo de una investigación policial con elementos mágicos de la mitología vasco-navarra. Lo mejor: su protagonista, una preparadísima agente que ha trabajado con el FBI y que tiene un pasado oscuro y atormentado, decisivo en la trama. De hecho sus reflexiones, miedos, traumas...son lo mejor del libro, un libro que si empiezas, no puedes dejar de leer, a pesar de que nos enseña con crudeza toda la negrura del corazón de los hombres. ¡LEEDLO SIN DUDAR!

martes, 11 de agosto de 2015

ALICIA ¿EN EL PAÍS DE QUÉ?

Escribiendo y compartiendo con vosotr@s
(...)Nos tomamos otro café en una cafetería muy literaria que habían abierto hacía poco en la misma calle. Me quedé maravillada con el sitio. Una decoración vintage con muebles decapados y un caótico mosaico de diferentes papeles pintados en las paredes. Apliques antiguos en las paredes y una lámpara de araña colgando del techo del salón principal. Los libros cubrían las paredes y ocupaban las mesas. Parecían olvidados por sus dueños, pero habían sido depositados con mimo, quizá para darles la oportunidad de ser leídos y ojeados por esos clientes, que olvidando por un instante las prisas, se deleitaban con un café y unas cuantas palabras.
En el momento en que traspasamos el umbral, inundó mis fosas nasales un aroma a café y a papel, y me sentí cómoda de inmediato. Y cuando se acercó a tomarnos nota la dependienta, que luego supimos que era la propietaria, ya supe que podía llegar a ser mi lugar favorito en el mundo. Lola era una mujer cincuentona, con el cabello rojo fuego, una indumentaria muy colorida y las muñecas llenas de pulseras de cuentas de colores. Se la veía muy alegre y charlatana, y de inmediato nos dio conversación. Era lo que me faltaba para adorar aquel lugar. Una propietaria encantadora, litros de café y montañas de libros para ojear o comprar…aquello era el paraíso para mí. Y más en aquel momento, que estaba tremendamente sensible y más introspectiva que nunca. Disfrutar de la soledad era en esos momentos mi objetivo principal, y me hice el propósito mental de acudir dando un paseo todas las mañanas para tomar un café y leer un rato en aquel entorno tan idílico y al mismo tiempo territorio neutral, sin recuerdos, reproches ni dudas. El Café Alejandría se acababa de convertir en mi Suiza particular.

Durante las siguientes dos semanas a parte de una visita para comer con Susana y Paco en su casa y dar un achuchón a mis gemelos favoritos, me dediqué a mi misma, a mi casa y a darle vueltas a la cabeza. Creo que estuve un poco meditabunda en aquella comida y debí dejar preocupada a Susi, porque aunque inventé mil excusas para no salir con ellas los días siguientes, no sirvió de nada. Es que tengo la regla y un dolor de ovarios que lo flipas, es que estoy sin depilar y parezco Macario, es que he dormido mal y me duele la cabeza…y un montón de esques más, que ni de lejos iban a convencer a mis dos amigas para que me dejaran en paz con mi soledad, sino todo lo contrario: se plantaron en la puerta de mi casa para autoinvitarse a unas cervezas. Y como sólo tenía un limón mustio, una bolsita de ensalada y dos yogures pasados en la nevera, bajaron al super de la esquina a por vino, cervezas y dos bolsas de papas e hicimos una sentada en el sofá.(...)
Esto va creciendo y ya es real...catorcemil palabras y creciendo...

domingo, 9 de agosto de 2015

PICAN, PICAN

Pican, pican los mosquitos...pican con gran disimulooooo....¡y una mierda con disimulo! Eso sería los mosquitos de antes, porque los de ahora no tienen reparos en pasearse moviendo las alitas a tu alrededor y tras dar tres o cuatro vueltas para despistar y que tú te marees dando brazadas y palmeando a lo flamenco para crearte la falsa ilusión de que tú puedes, que tienes la situación bajo control y que a la próxima te lo cargas, van y te dan un picotazo, que te dejan martirizad@. Pero bueno, ¿qué pasa con estos mosquitos de ahora que van tan a saco? Parece que se han modernizado, como los hombres, que ya pasan olímpicamente de la fórmula universal de ¿estudias o trabajas?, y ahora ya, con esto de la liberalización de la mujer, son más directos...o igual hasta esperan a que seamos nosotras las que digamos ¿en tu casa o en la mía? ¿Dónde vamos a llegar? ¡El romanticismo a la mierda! El arte del ligoteo ha muerto. Tanta novela erótica, igual ahora vas a la discoteca, (yo posiblemente voy a recoger a mi hijo dentro de nada) y te pregunta el lanzao de turno si te va bien quedar para echar un polvo aderezado con algunos azotes. ¿Dónde están esas miradas, ese pasar al baño y rozarse con disimulo, ese baile desplazándose hacia ti con disimulo, que empieza en la otra punta de la pista y al final de la canción ya lo tienes al lado acompañado de sus fieles compañeros que lo ayudan a ligar confraternizando con tus amigas? Y ahí era cuando se acercaba a ti, y con una sonrisa sexi de medio lado (o de borrachuzo, depende del día), hacía una de las preguntas estipuladas del tipo ¿de donde eres? ¿estudias o trabajas? ¿te invito a un cubata? que tu lo veías y tenías las respuestas preparadas. Ahora, a juzgar por como esta el panorama y lo lanzados que están los jóvenes hoy en día, igual se te acercan y te preguntan ¿a ti te gusta chupar? Ay, menos mal que no me veo sometida a este tipo de sobresaltos, que a mi lo más que me piden es la hora. Aunque, pensándolo mejor, voy a intentar convencer a mis amigas para que hagamos una escapada nocturna a ver lo que nos encontramos. Eso sí...primero nos prepararemos unas cuantas respuestas.

miércoles, 5 de agosto de 2015

VERANEANDO...MEDITERRÁNEAMENTE.

Hola queridas literaut@s. En primer lugar, quería disculparme porque con tanto veraneo, reducción de jornada y vacaciones estivales de los niños, tanto ir de un lado a otro, de la playa a la montaña…os he dejado un pelín abandonadas, y como quiero creer en la frase “ellos nunca lo harían”, os pido mil perdones por mi dejadez. Y es que reconozco que he estado durante el mes de julio en modo off. Me he dejado invadir por la desidia, por ese letargo estival que acunado por las repetitivas olas de calor, te cubre desde los dedos de los pies hasta el último pelo de la cabeza y no tienes ganas de hacer nada más que tirarte a la bartola(con un buen libro siempre, eso sí) y no pegar palo al agua. Eso sumado a que no está la economía para añadir megas a mi tarifa de internet móvil, hace que cuando llego a casa al alcance del adsl, después de playa y piscina con mis hijos, lo que menos me apetece es escribir, porque no valgo ni cuatro perras. Los niños agotan y las vacaciones con ellos más.
De mi decisión de tomarme mi veraneo con otra perspectiva quería hablaros hoy, porque he decidido vivir mi verano mediterráneamente. ¿Qué es mediterráneamente? Es ese vocablo que se han inventado en Estrella Damm para vendernos lo bueno de la forma de vida a estas orillas del mediterráneo, además de su cerveza. Con los anuncios ya no te hace falta ni mirar el calendario porque sólo con poner la tele ya sabes si estás a las puertas de la navidad si anuncian Freixenet y muñecas chochonas, o si viene el veranito cuando te cuecen a propagandas de cervezas fresquitas. Y en todos los anuncios de cerveza todos los protagonistas son jóvenes modernos y guapiiiiiiiiisimoooos, chicas de 90-60-90, hípsters con una vestimenta descuidada pero muy cuidada en realidad, todos llenos de desenfado, alegría, todo baile y saltitos y carreras por doquier. ¡por favor…! Si es que yo firmo un contrato de por vida con la estrella esa… Que yo vacío el consum si hace falta….me llevo tres carros enteros de birras, si así consigo parecerme, o que mi vida se acerque, a la esos amigos perfectos de los anuncios. Y es que todos los anuncios de cerveza encima molan mogollón: al compás de una música pegadiza que se convertirá en hit del verano, todos ríen, corren, brindan con emoción entrechocando los botellines… Y siempre brindan con clase ¿eh? No como una panda en el bar Manolo viendo a la selección con los ojillos rojos, la baba saliendo a espuertas de la boca, el cigarro en la comisura, y lanzando un grito a lo Christiano Ronaldo….eso no.
Así que viéndome abducida por el anuncio de Estrella Damm, su mediterráneamente de los cojones y ese espíritu veraniego en el que no hay dramas, ni trabajo, ni responsabilidades y solo hay que disfrutar, he decidido que algo tendrá de bueno ver tu vida de esta forma…mediterráneamente quiero decir. Aunque mis medidas no se ajusten a los cánones, no tengo una tabla de surf, un macizo de barbita cuidada a mi vera, ni me voy a una cala ibicenca a tomar el sol con el quinto en la mano, he decidido que voy a ser suuuuuupeeeeer positiva y que desde este momento mi verano va a ser supermediterráneo, superemocionante y superpoético. Con las palabras se puede hacer de todo y todo se puede matizar. Sí, sí…tranquilas literautas que ahora me entenderéis…
Si me voy a la playa con mis dos demonietes de niños, un pelín hiperactivos diría yo con tantas vacaciones, sol y aburrimiento que ni las escuelas de verano ni los deberes con los abuelos pueden aplacar…pues no hay que pensar en la arena en un ojo, el chuscarre de soletazo, el traslado de los bártulos, toallas, sombrilla, hamacas, cubos, palas, frisbi, pelota, redes para los putos cangrejos… ¿sigo? Va a ser que no. ¡Nada de todo eso! Tú te vas con tu familia que adoras y amas porque lo son todo para ti, a disfrutar de la brisa marina, el solecito calentando tu piel y las risas de los niños mientras tu marido salta las olas con ellos. Tú te vas a la playa con una sonrisa de oreja a oreja, con la mano de tu maromo acariciando sinuosamente tu muslo mientras conducís hacia la playa tranquilamente (estáis atrapados en una cola de coches de órdago pero no hay que decirlo), para pillar un sitio privilegiado en la arena blanca (rodeada de sombrillas y con los pies escaldados hay que omitirlo). Y vas a disfrutar de un tentempié supermediterráneo, es decir la susodicha cervecita, que en cuanto pegas un trago, te lo digo yo, toda la experiencia playera es lo más. ¡La vie en rose! Paseas tu cuerpo serrano por la orilla con tu pamela y tu biquini monísimo, y ¿qué más da que tengas michelín, o que el sombrerito sea del Primark? Hay que levantar la cabeza, sacar pechuga, y todo nuestro glamour interior, que estamos disfrutando de uno de los placeres por los que media España paga todos los años: sol, playa y Mediterráneo a tope. Si hacen anuncios así, ¿porque no vamos a poder hacerlos realidad? Ahora, eso sí, que no se os vaya la pinza como a mí. Aseguraros bien de lo que hacéis para conseguir que vuestra jornada playera sea mediterráneamente de anuncio, porque cuando me vio mi marido con el quinto en la mano, una sonrisa profident en la boca, y corriendo a cámara lenta por la playa con el niño enganchado de mi mano a la fuerza mirándome con cara de quienesestaseñorayquehahechoconmimadre, tipo familia feliz, estuvo a punto de hacerme escupir el preciado líquido veraniego, darme un Valium, y denunciar a Estrella Damm a la oficina del consumidor.
Buenas noches literautas y...¡a vivir el veranito mediterráneamente!

PD: Eso no quiere decir que no me gusten ni sepa apreciar los anuncios de los publicistas de Estrella Damm. Los aprecio...muchísimo...sobretodo a los encargados de hacer el casting para este último. Mmmmm, Quim Gutiérrez tiene una carita de chiste cuando sonríe que me encanta, y que voy a decir del Francino...es mi perdición. Aquí os lo dejo...




domingo, 12 de julio de 2015

LO PROMETIDO ES DEUDA...El desenlace.

 Lo prometido es deuda...y aquí tenéis el desenlace del relato Línea 1.


"El calor asedia Valencia a mediodía. El alto sol irradia la ciudad y hace anhelar a todos los transeúntes la arena blanca y las olas que van y vienen mojadas y fresquitas. Tan cerca del mar y tan lejos de su alivio. El bochorno del viento de poniente se estrella contra la cara de Sandra cuando sale del portal de su ático y sale de casa dejando atrás sus dudas y su aire acondicionado. Va con tiempo pero comprueba la hora varias veces en su rolex durante el camino, para asegurarse de que no perderá el metro. La cita en la clínica es a las dos en punto, así que le queda una hora escasa para acabar de creerse que de verdad va a ser madre…y que está feliz de serlo.
Con los nervios atenazando su estómago, Liliana aguarda tras preguntar a su jefe y esos segundos, hasta que llega la respuesta afirmativa, se hacen eternos. Si su jefe supiera algo más de lenguaje corporal habría descubierto al momento que Liliana estaba mintiendo en su excusa de ir al médico. Pero ni sus manos retorciéndose, ni su mirada inquieta que vaga por todas partes sin posarse en los ojos de su interlocutor, impiden que el Sr. Bernat la deje salir una hora antes del trabajo, y más cuando ese día se ha esforzado para limpiar más deprisa que nunca, ignorando su magullado cuerpo. Necesita ganar tiempo, además de coraje, para que su marido no sospeche si llega más tarde de lo normal a casa. Enfila la Gran Vía en dirección a Plaza España para coger el metro. Ha mirado bien la dirección y debe bajarse en San Isidro y luego un escaso tramo a pie hasta la comisaría y hasta su nueva vida. Hoy es una mujer valiente pero está aterrorizada. Sólo hay una cosa que la hace apretar el paso hasta la estación a pesar del dolor sordo en las costillas, en vez de dar media vuelta: imaginar la cara de sorpresa de su marido cuando la policía llame a su puerta…esta vez para llevárselo.
Sonia Fernández, la abogada, lee un libro tranquilamente en el metro para distraerse en el trayecto hasta la parada de plaza España, donde debe hacer transbordo y coger la línea uno. La chaqueta del traje gris marengo descansa sobre su regazo y la blusa ligera sin mangas con un lazo al cuello que lleva la hace parecer sofisticada. Sonia Fernández, la mujer de 29 años, joven, sobradamente preparada y parada, está muerta de miedo y lleva diecisiete minutos viendo bailar las letras y mareada entre las líneas de la misma página del libro sin leer nada de nada. Destino del viaje: la única entrevista seria de trabajo en muchos meses, y espera que la última en mucho tiempo.
Katrina camina envuelta en seda rosa pálido. El sencillo vestido, solo adornado por el vuelo en las mangas y un fino cinturón ciñendo su cintura, le sienta como un guante. Está preciosa, se siente preciosa. Sus tacones resuenan sobre los suelos adoquinados de las calles del centro, y aunque con prisa por la emoción, va con cuidado, medio de puntillas, para no romperse el tacón de sus delicados zapatos. Son los zapatos más bonitos, y también los más caros, que ha tenido Katrina jamás. Pero la ocasión bien valía el capricho, y ahora no le queda otra que lidiar con la incompatibilidad de los tacones de aguja con los adoquines. Cuando alcanza la boca del metro de Plaza España puede descansar sus pies y pisar suelo firme, para caminar con paso seguro hacia su boda.
Concha sale de la floristería con un ramo de peonias blancas para su Vicente. La florista, se ha sorprendido cuando no se ha llevado las margaritas amarillas de siempre. A Vicente siempre le había gustado el amarillo y las margaritas se las puede permitir con su pensión. Pero hoy se ha sentido atraída por esas peonias blancas como las abejas a la miel. Le recuerdan a su ramo de novia, fresco y fulgurante. Hoy cambia de flores porque es un día especial. Porque hace cincuenta y dos años que decidieron unir sus vidas. No quiere rememorar el día que se apagó su luz, el día que se quedó sin él, el día que llegó el silencio. Hoy quiere recordarse, con su ramo de peonias blancas caminando hacia el altar, hacia Vicente, para celebrar su amor. Acelera el paso hacia la boca de metro, ignorando el dolor en la cadera que la hace cojear, para llegar cuanto antes al cementerio.
Laura camina con la mochila a cuestas y le pesa más el alma que los tres libros que lleva a la espalda. Está preocupada por si no aprueba las que le han quedado para septiembre; sus padres no se lo perdonarán, le va a tocar repetir curso y no puede perder el sostén de sus amigas. Pero hoy durante un momento se permite estar más preocupada por otras razones más nimias, pero q para ella son todo un mundo: que le va a comprar a Sergio para su cumpleaños. La ha invitado y, aunque ha sido una invitación en grupo, es su oportunidad de acercarse a él y llamar su atención de otra forma. Son compañeros desde el colegio, y siempre ha estado ahí, pero ya no recuerda en que momento cambió su forma de verlo. Lleva media vida enamorada de él. Sergio siempre es simpático y amable con todo el mundo. Le da igual si son populares o no, siempre se dirige a todos. Es el chico guapo, deportista, alegre…lo tiene todo. Hoy también ha hablado con Carla y parecía q hoy ella tenía especial interés en hablar con él. La imagina charlando desenfadadamente con él y rozando su brazo como por casualidad, y desea ser ella una vez más. Un suspiro escapa de los labios de Laura mientras, atravesando sus ensoñaciones, atraviesa también la Gran Vía a paso ligero para alcanzar la boca de metro.
Una mezcla de sudor y perfumes varios inunda el andén, flotando entre la gente q espera la llegada del tren. Seis mujeres aguardan con impaciencia. Ya se oye el traqueteo acercándose a la estación. Seis mujeres ven pasar lentamente los vagones frente a ellas, hasta que se detienen. Cuando las puertas del vagón se abren, una futura madre, una mujer valiente, una prometedora abogada, una radiante novia, una anciana con flores y una chiquilla enamorada, suben al tren.
Sandra se sienta en una de las pocas butacas libres. Hace mucho calor y siente el asomo de un ligero mareo: los primeros síntomas de su embarazo le recuerdan que está pasando de verdad, y cuando, a pesar de que se siente mal, siente esa emoción de primeriza, esa constatación de que algo está pasando en su cuerpo… no puede evitar cerrar los ojos y sonreír mientras se abanica con la mano.
Liliana se sujeta con fuerza a la barra con los dedos crispados por los nervios y el estómago revuelto por lo que se va a atrever a hacer: denunciar al monstruo que duerme a su lado.
Sonia se apoya en el lateral del respaldo de una de las butacas mientras se remete la blusa en la cinturilla de la falda y sostiene su chaqueta, su maletín y su esperanza, con temor a perder el equilibrio con el traqueteo del tren. Gira ciento ochenta grados la muñeca para comprobar en la esfera de su reloj que le dará tiempo de refrescarse y retocarse para estar presentable para la entrevista.
Katrina se queda de pie junto a la puerta para evitar que su vestido de seda sufra daño alguno tan rodeado de gente. Y a pesar del calor y el ambiente cargado ella sigue flotando, igual que si fuera un coche de caballos el que la llevara hasta su boda.
Concha se acomoda en el asiento que un joven con rastas en el pelo y un pendiente en la nariz le ha cedido con gusto, como le han enseñado sus mayores que hay que hacer. Y Concha y su maltrecha cadera, le dan las gracias con cariño, con el mismo cariño que ha sentido de un desconocido que tan a años luz parece estar de ella. Pero más lejos está Vicente…y a él vuelven sus pensamientos mientras se acerca las dalias al rostro y disfruta de su aroma. Unas pocas paradas la separan de sentarse, y también sentirse por fin, con su marido.
Con lo que a Sergio le gusta la música, puede regalarle un cedé, o un libro…uff, la cabeza de Laura echa humo, y casi decide volver a bajarse en la siguiente parada. Se dará una vuelta por el centro, o se acercará al Fnac, a ver si encuentra algo que haga que Sergio la vea por primera vez de verdad, y deje de ser insignificante para él. Lo que Laura no sabe es que él hace tiempo que la mira y que la ve, y que en este caso, la barrera de la timidez es la única que ambos deben salvar.
Lo que ninguna de las seis sabe, es que su viaje y sus cavilaciones duraran tanto como lo que tarda el tren en alcanzar, quizá demasiado rápido, la próxima curva. Cuando se activa el frenado de emergencia, ciento cincuenta pasajeros asustados se aferran a lo que tienen a mano presintiendo lo inevitable. Los segundos de incertidumbre y de terror son tan largos como horas…, pero el tren no puede parar y descarrila, avanzando descontrolado contra la pared lateral a las vías y volcando sin remedio en cuanto la oposición del muro desaparece. El violento impacto contra el suelo hace que las ventanas cedan y cuerpos y dalias blancas salen despedidos juntos. Demasiado deprisa se esparcen por los vagones y las vías ilusiones, miedos, esperanzas, sueños, flores y libros. El ruido, los gritos y el miedo son ensordecedores, y el caos y la muerte vienen por sorpresa, sin esperarlos, pero vienen para quedarse. Entre hierros, vías, cristales y vidas, se entremezclan el sentir y el pensar de seis mujeres, formando un amasijo no solo de hierros.
Sandra se palma todo el cuerpo con incredulidad y alivio, sabiéndose a salvo a pesar de sus magulladuras y golpes. Cuando siente el calor y la humedad entre sus piernas y siente la vida escurrirse de su cuerpo, rompe a llorar con desconsuelo. Ya no podrá disfrutar del privilegio inesperado de ser madre. Ayer decidió dejar a su hijo vivir, pero hoy no podrá evitar dejarlo morir.
Liliana quería escapar de su infierno particular, y ahora se le abren de par en par las puertas de otro cielo.
Sonia quería ejercer de abogada y lo hará, pero hoy también ejercerá de bombera, de enfermera, de psicóloga, de paño de lágrimas…y ya nunca jamás podrá borrar lo visto y oído. A partir de hoy defenderá en los juzgados el dolor y el sufrimiento de sus compañeros de viaje y luchará por sus derechos.
Katrina ya no puede ver sus preciosos zapatos. Tiene las piernas atrapadas entre unos asientos donde el vagón se ha plegado como un acordeón. El dolor le hace sentir nauseas mientras espera desesperada que la saquen de allí. No caminará repiqueteando con sus tacones hacia su boda, y probablemente hacia ningún lugar nunca más.
Bajo el asiento de Laura todavía está su mochila, conforme ella la había dejado, pero de ella ni rastro. Ha salido despedida por la ventana de su izquierda y yace inconsciente sobre la vía con un traumatismo craneoencefálico muy grave. Tanto tiempo para confesar sus sentimientos a Sergio, y puede que cuando despierte, si despierta, dentro de unos años, él ya ni la recuerde.
Y Concha…Concha es la única de las seis que por fin es feliz. Iba al cementerio para estar cerca de su Vicente, y ahora corre por fin a encontrarse con él.
Un lunes de julio cualquiera, seis mujeres compartieron andén, cogieron la misma línea, subieron al mismo vagón…, y a la una y tres minutos, por culpa de una negligencia, del destino, de sus propias decisiones o de Dios, han visto truncado, en la última curva, el rumbo de sus vidas."
BUENAS NOCHES LITERAUT@S.

FUERA DE MI ZONA DE CONFORT


Soy una persona positiva, alegre y que no necesita mucho para ser feliz. Una sesión de belleza, una cervecita con limón fresquita rodeada de amigos, un buen libro junto al mar... No necesito viajes a playas caribeñas, cenas caras y discotecas aún mas caras. Ojo que digo que no los necesito, no que no los quiera en un momento dado... Si tuviera un imprevisto GORDO, MUY GORDO... como en el anuncio de la primitiva, no le haría ascos. Pero me conformo. Me conformo con mi vida. Mis hijos me vuelven loca pero los adoro. Mi marido me pone a veces cardiaca, pero está siempre ahí cuando lo necesito, por ejemplo esta mañana para hacer desaparecer la montaña de plancha. Mi trabajo me quita muchas horas, pero me da muchas satisfacciones. Mi pisito no es una casa con jardín ni un ático con terraza, pero, ¡que coño! se limpia en un pispás. Asi que puedo decir, aunque con la boquita pequeña, que soy bastante feliz. Siempre quedan sueños por cumplir y deseos por realizar en el tintero, pero estoy contenta con la vida que llevo la mayoría del tiempo. Mientras me mantengo dentro de mi zona de confort, soy una mujer fuerte, valiente y decidida, afrontando la vida y sus reveses con decisión y una sonrisa en la cara. Pero tengo que reconocer que mi zona de confort últimamente se va estrechando peligrosamente. Y las cosas mas nimias hacen que me desestabilice y entre en modo histeria. Tengo manías, que le voy a hacer... Manías, fobias, defectos...llamarlos como queráis, pero son los culpables de que a veces me convierta en la señorita Rotenmeier, o el muñeco Chuki. Pierdo los papeles. Como cualquier mortal me imagino, pero dentro de mi filosofía de ser positiva en la vida, me jode perder los nervios cuando veo que algo escapa a mi control. Soy un poco Señor Grey,  pero sin látigos... Llegar tarde, olvidarme de las cosas, ser despistada...sencillamente no entraba en mis planes, y ahora no puedo evitarlo en ocasiones. Soy maniática y perfeccionista, y cuando niños, marido, mascotas y trabajo ocupan tu tiempo....pues eso...que no te dejan mucho tiempo solo para ti. Al principio de ser madre me dediqué en cuerpo y alma a ello, hasta dejé de leer. Pero poco a poco la madre se desdibuja y vuelves a ser tu misma. Vuelves a tener ganas de hacer cosas tuyas, de leer, de escribir, de dedicarte tiempo a ti misma, de mimarte un poco. El problema es que el día solo tiene 24 horas, y me dedico a descuartizar las horas y los minutos...Tengo un planing diario con muchas cosas que hacer, y esas cosas las quiero hacer bien. Y cuando hay un imprevisto... se desata el caos, me faltan minutos por todas partes y acabo sacrificando, como todas las mujeres, mi tiempo propio, en detrimento del de los demás. Normalmente lo llevo bien, me fastidio, pero no pasa nada. Pero cuando tienes unos cuantos días seguidos de no poder hacer nada de lo que te apetece, de sacrificar tu tiempo, de niños discutiendo y portándose mal...uff te dan ganas de coger la puerta y largarte. No puedo controlarlo todo ni tengo una varita mágica que convierta a mis activos hijos en dos angelitos, ni a mi marido en un héroe de novela romantica, así que no me queda otra que desahogarme aquí.  Casi que mejor despotricar sobre el papel, que cogerme de los pelos, y decir cosas de las que luego me voy a arrepentir seguro. Puede que sea políticamente incorrecto, pero que bonita es la soledad a veces. La soltera en busqueda de familia me diría que no me queje, pero todas tenemos derecho a protestar, aunque sea un ratito.

Bueno va a ser que os tengo que dejar, porque mis dos monstruitos se estan tirando de los pelos y antes de que se desate la tercera guerra mundial con la súper intervención de su padre, voy a dejar lo que estoy haciendo para poner solución pacifica al conflicto. Hay que joderse..., hasta otra literaut@s.


PD. ¡Ay! Y luego veo esto y me pongo tontorrona... ¡Qué bonitos que son! Demostrándome su amor en la arenita...y a mi me cae la baba. Somos madres...y punto.


viernes, 10 de julio de 2015

SEGUNDAS PARTES...


...Esperando que sean buenas literaut@s.




"(...)Despunta el alba y la ciudad, poquito a poco, se va despertando. Los más madrugadores se desperezan con el sueño aún pegado como las legañas a sus ojos. Cuesta despertar para discurrir por la rutina de todos los días…pero no tanto cuando se madruga por otras razones más únicas y especiales. Y hoy Katrina se siente única y especial. Los párpados se niegan a estar más tiempo cerrados. No quieren perderse ni un rayo de sol del que será uno de los días más especiales de su vida. Entre la penumbra que aún reina en su dormitorio, vislumbra su vestido colgado de la puerta. No es el de sus sueños pero cumplirá su cometido. Se incorpora nerviosa y, levantándose de la cama, se acerca para sentir el tacto suave de la seda bajo las yemas de sus dedos. Cierra los ojos un minuto, imaginando que dentro de unas pocas horas lo deslizará a lo largo de su cuerpo, le ceñirá la cintura y bailará alrededor de sus largas piernas. Dentro de unas horas, cogerá el metro, en vez de un precioso coche nupcial, y se bajará en Paiporta sin fotos ni recibimiento a su llegada. Sólo Pablo estará allí esperándola. Sólo estarán ellos dos, y solo ellos dos caminarán de la mano hacia el ayuntamiento para encontrarse con sus amigos Fernando y Cristina que han accedido a ser sus testigos. Por un momento se entristece pensando en su familia que está tan lejos, pero borra de un plumazo la tristeza, porque hoy no cabe nada más en su corazón que la alegría que siente. Hoy sólo estarán ellos dos, su amor, los testigos y el juez de paz.

Al otro lado de la calle otra madrugadora da vueltas al descafeinado con leche que se toma todas las mañanas para acompañar a la colección de pastillas que le toca tomar para el dolor, la tensión, el azúcar… El dolor de cadera es más fácil de mantener a raya que el del corazón, y es ese dolor el que le oprime el pecho cuando, mientras desayuna, se ve rodeada de silencio. El silencio es una losa porque ya no lo comparte con nadie. Concha y Vicente no hablaban mucho en el desayuno, ni en la comida, ni en la cena…, pero saberse acompañada en su rutina la consolaba. Muchos años de vida en común, dos hijos ya mayores y con su vida hecha y derecha, muchos besos, abrazos, discusiones, rutinas y silencios…y ahora sólo le quedan sus recuerdos. Por eso desde aquel fatídico día de febrero, todas las semanas le lleva flores, se sienta a su lado y le cuenta todo lo que no le ha contado durante sus 52 años de matrimonio. Y se dedica, durante un rato a llenar el silencio que le pesa como una losa el resto del día, aunque hable con la panadera, le dé los buenos días a la cajera del supermercado o charle con la vecina del tercero, el silencio que se hizo cuando murió Vicente se extiende sobre ella sin remedio, igual que la capa de sudor húmedo y pegajoso que no te quitas de encima ni aunque quieras estos primeros días de julio. Hoy, además, es el primer aniversario de su boda que pasa sin él, y necesita más que nunca su presencia. Ya hace casi cinco meses que murió y su desazón no ha disminuido ni un ápice. Se siente igual de sola y desamparada sin él que el primer día y sigue derramando las mismas lágrimas todos los días. Así que, resignada, friega el tazón del desayuno mientras comprueba la hora en el viejo reloj de la cocina, calculando mentalmente para que le dé tiempo a hacer la compra antes de su visita semanal al cementerio.

A las nueve menos veinte, a pesar de que ya ha acabado el curso, los alrededores del Instituto Luis Vives son un hervidero de risas, gritos, saludos, hormonas alteradas y lamentos por tal o cual examen de recuperación. Solo unos pocos disfrutan ya de sus vacaciones. Este año ha habido lluvia de suspensos y se imparten clases de repaso durante la primera quincena de julio. Un grupo de chicas aguardan apoyadas en la valla a que el timbre suene para salir corriendo con resignación para llegar al aula de 4ºA antes de que el profe de biología traspase el umbral. Cotillean con descaro de unos y otros, despellejando con elegancia a los no afortunados de gozar de su aprobación. Una de ellas, medio niña medio mujer, un poco delgaducha, de pecho casi plano y cara pecosa, se limita a escucharlas y soltar una risita de vez en cuando sólo para sentir que pertenece al grupo. Puede sentirse afortunada de que la acepten. Si no estuviera allí, está segura de que sería un objetivo más del que reírse. Laura, con su cara de niña cubierta de pecas y su pelo lacio y suave de color castaño rojizo, con su dulzura y simpatía, no sabe lo especial que es. Y no lo sabe porque no se lo dicen mucho. Las que dicen ser amigas se limitan a aconsejarle cambiar de jersey, de zapatos, de peinado…a cambiar y ser lo que no es, y hacer lo que no quiere hacer. Cada vez va cediendo más terreno: un cigarrillo, un pintalabios rojo pasión, una mentira, una burla hacia su compañera de pupitre…Laura cede y cede, tiran de la soga desde el otro lado y no es bastante fuerte para retenerla. ¿Quién se fijaría en ella si no estuviera con Carla? Carla: guapa y exuberante, con sus dorados rizos revoloteando alrededor del perfecto ovalo de su cara. Es perfecta, se cree perfecta, la creen perfecta… Habla con seguridad, con su voz cantarina, pero su boca se tiñe de superficialidad y afán de protagonismo. Laura sabe que Carla despierta las miradas de admiración de muchos y a su lado, aunque se siente pequeña, también se siente respaldada. Laura sabe que Carla también despierta la mirada de Sergio, esos ojos que sólo querría que miraran los suyos. Cuando él se acerca a saludar para invitarlas a su cumpleaños el próximo sábado, Laura sabe en su fuero interno que es gracias a Carla y, con un ligero rubor de vergüenza, baja la vista mirando las fotos de moda que decoran su carpeta. Y al bajar la mirada se le pasa por alto que los ojos que busca Sergio son los suyos. Para quien no pasa desapercibido el detalle es para la que está a su lado acaparando la atención mientras habla y toquetea sus rizos dorados. Esa amiga que acaba de decidir, mira por dónde, que ahora le gusta Sergio.(...)"

PROXIMAMENTE...¡¡¡OS PROMETO EL DESENLACE!!! Buenas noches literaut@s.

lunes, 29 de junio de 2015

¿RELATO POR ENTREGAS?





A veces tengo tanto que decir que me falta papel... Se me ocurren posts cuando estoy de risas con las amigas, cuando paseo por la playa o de camino al trabajo...pero si en ese momento no me hago una chuleta, cuando por la noche me siento delante del ordenador, ya no me acuerdo de nada. Se me queda el cerebro completamente vacío de ideas. 
Hoy es uno de esos días. Agotada, agobiada por el calor y después de un lunes muuuuuy largo, por fin me siento a escribir con ganas de compartirlo con vosotr@s, literaut@s. Pero como tengo mi libro tremendamente solo y abandonado voy a dedicarle un ratejo, que él también me necesita. Para compensaros, quiero compartir con vosotras un fragmento de un relato con el que participé en un concurso literario el año pasado. Espero que os guste, y, si es así, otro día publicaré la continuación. buenas noches literaut@as...y disfrutad de la lectura...

LÍNEA 1
 Sandra está sentada sobre la cama, inmóvil, los brazos caen sin vida a lo largo de su cuerpo, y la opresión que siente en el pecho cada vez es mayor. El corazón se le dispara y nota como le falta el aire. Consciente de las sensaciones que la invaden, empieza a pensar que va a entrar en estado de shock, aunque si está pensando en ello, supone que todavía tiene un mínimo control de la situación. No va a tener otro ataque de ansiedad. No lo va a tener porque todavía puede controlarlo. Sólo tiene que respirar honda y profundamente y su cuerpo irá volviendo a la normalidad, sus pulsaciones se ralentizarán y todo arreglado. Puede lograrlo y lo hace. Si todo se resolviera igual de rápido… Ahora está más calmada. Sólo tiene que pensar fríamente qué decisión tomar y actuar en consecuencia. Sandra tenía un plan marcado para su vida, un trabajo con posibilidades de promoción y mucha ambición, una maravillosa y activa vida social y todo el tiempo del mundo para lograr sus objetivos. Ochenta y seis mil cuatrocientos segundos al día de los que disponía a su antojo, sin rendir cuentas a nadie de como los administraba. Pero ahora alguien le ha dado a la tecla de pausa y se ha congelado la imagen. ¿Qué debe hacer? ¿Da carpetazo a todos sus planes? ¿Pospone su vida para más tarde? Porque esto lo cambia todo, lo paraliza todo. Se acabaron las salidas nocturnas, las fiestas, el no tener horarios establecidos y el ascender en el trabajo. La balanza se inclina ligeramente hacia el no, repleta de contras. Pero cuando lo piensa bien, los brazos de Sandra, antes inertes, cubren inconscientemente su vientre. Y ahí está. Es la primera vez que protegerá a su hijo. Esta vez lo protege de sus propios pensamientos, pero sabe con certeza, que será la primera de muchas. La balanza cambia de dirección casi sin quererlo. Sus sentimientos están llenos hasta rebosar de pros, y los contras… ya verá cómo se deshace de los contras. Se levanta con decisión, saliendo de su letargo, y tira la prueba de embarazo a la papelera, convencida de lo que tiene que hacer. Mañana llamará al trabajo para decir que está enferma, e irá al Hospital Virgen del Consuelo a hacerle una visita a su ginecóloga, para ver por primera vez a su hijo y escuchar los latidos de su corazón. Apaga la luz y se acuesta con el mismo miedo que hace un rato, pero más feliz. Cierra los ojos dispuesta a intentar dormir.
 A lo lejos, amortiguada por los altos edificios, se escucha una sirena de policía. Acuden a la rutinaria llamada de uno de tantos vecinos preocupado por los gritos y golpes que resuenan en su escalera. La pareja de oficiales entra con desgana en el viejo edificio que ya se conocen demasiado bien. Han desgastado con sus botas los ajados escalones unas cuantas veces en los últimos meses, y saben que igual que suben hasta el tercero van a bajar con las esposas vacías y los bolsillos llenos de impotencia. Como siempre, comprobarán que los daños no son muchos ni muy graves. Añadirán a su lista un accidente casero más, y volverán a desandar el camino para seguir con el turno de noche. Y se irán con el convencimiento de que podían hacer más, y mucho remordimiento por no hacerlo. Hoy no parece una noche diferente de las otras, pero hay un ligero cambio, un matiz que no pasa inadvertido a los oficiales de policía. Por primera vez les ha mirado a los ojos. A sus ojos se asoma una súplica desesperada mezclada con toneladas de miedo. La mujer policía le desliza entre los dedos una tarjeta. Tiene el pálpito de que hoy la usará. Hoy está segura de que Liliana Rodríguez, mujer, 36 años, nacionalidad ecuatoriana y posiblemente con una fisura en una costilla, cogerá la tarjeta mientras el monstruo de su marido ronca a su lado, la leerá y la usará. Y mañana, cuando termine de limpiar en las oficinas de la Gran Vía Ramón y Cajal, cogerá el metro en Plaza España para volver a casa y quizás, sólo quizás, si reúne fuerzas, se desviará de su camino para acudir a la comisaría del distrito, escapando por fin del bucle de violencia, celos y control superlativo en el que se ha convertido su vida. Si mañana tiene la fuerza suficiente…, si no se arrepiente en el último minuto,…mañana la agente López sentirá que, por una vez, podrá por fin ayudarla. 
 Es noche cerrada y duerme la ciudad. Hay miles de ojos cerrados, tantos como ventanas apagadas. En el edificio de ladrillo rojo, en el tercero derecha, una luz parpadea como los ojos de su insomne dueña, y se enciende, no sin esfuerzo, como si supiera que no son horas. La dueña de la luz parpadeante decide ponerse a releer su libro favorito para tranquilizar los nervios causantes de sus desvelos. Se pierde entre las líneas como la protagonista de su querido libro lo hace por sinuosas calles, y piensa, sin poder contener sus esperanzas, que ahora sí, que puede que esta vez consiga ser ella la que viaje por esas ciudades sólo conocidas a través de los libros…, que puede que esta vez sí pueda empezar a vislumbrar sueños cumplidos. La llamada ayer por la mañana ha hecho que todo lo negro se empiece a teñir de color, que toda la suciedad empiece a limpiarse como cuando llueve se limpian las hojas de los árboles, poco a poco, al mismo ritmo que crece su esperanza. Si durante meses y meses su esperanza era que sonara el teléfono, ahora esa misma esperanza crece rápidamente. Ahora espera tener más. Espera una buena entrevista, un buen trabajo, un buen sueldo, vacaciones…espera que su suerte cambie…sólo con una llamada de teléfono ha cambiado ya mucho. Ha cambiado su sueño inquieto. Si antes sus desvelos estaban cargados de miedo, frustración e impotencia, ahora es la emoción la que provoca su insomnio. La emoción de saber que puede conseguirlo, que mañana bordará la entrevista porque sabe que, aunque no tenga mucha experiencia, sabrá desempeñar el trabajo con los ojos cerrados. La misma emoción que siente cuando piensa que podrá pagar la luz, el agua, la hipoteca… Lo voy a conseguir, lo voy a conseguir… se repite en la cabeza, como un mantra. Cierra el libro y para dormir, en vez de contar ovejas, se dedica a contar futuros sueños por cumplir. Por la mañana, sacará su mejor traje del armario, se convertirá en Sonia Fernández, abogada, y está segura de que cambiará, por fin, el rumbo de su caótica e insolvente vida. (...)
CONTINUARA... 

viernes, 19 de junio de 2015

VOY A TUITEAR TE QUIERO....y me vuelvo a los 18.

El otro día llegó este libro a mi librería y me llamó la atención por el autor, Blue Jeans. Este escritor se dio a conocer en las redes sociales con su trilogía Canciones para Paula, publicada en papel por Everest. A partir del éxito de sus libros entre adolescentes, fichó por Planeta, con los que ha publicado la trilogía de El Club de los Incomprendidos, de cuya primera entrega ya se ha realizado la adaptación cinematográfica. Cada vez que me llega un nuevo libro de Blue Jeans, siempre me alegro, por el hecho de que yo compré, vendí, leí y recomendé su primera novela, así que le tengo especial cariño. Saqué el libro de la estantería, y me dije, que después de tanta historia de amor subidita de tono, de unos cuantos asesinatos y de vivir rodeados de podredumbre y corrupción, me hacía falta un antídoto rapidito y efectivo. ¿Recordáis cuando nuestra preocupación principal era cruzarnos por casualidad con el vecino buenorro de enfrente o que el ex-novio de nuestra ex-amiga se la hubiera pegado a su novia actual con fulanita de tal? Esos días de vino y rosas...bueno más bien de calimocho y Bon Jovi en el walkman a toda pastilla... Pues para volver a esos momentos tan geniales y angustiantes a la vez, elegí leer el último éxito de Blue Jeans: Algo tan sencillo como tuitear te quiero. Una historia sincera y real, en la que conoceremos a un grupo de chicos y chicas que afrontan por primera vez la experiencia de vivir y estudiar lejos de la casa familiar. Madrid se convertirá en su ciudad de acogida y la residencia de estudiantes, en su nuevo hogar. Todos ellos tendrán sus propios problemas y deberán enfrentarse a las novatadas, la soledad, las nuevas relaciones que puedan surgir, las tentaciones poco recomendables… A pesar de todo, y por encima de todo, triunfará el amor, la amistad y la lealtad al grupo.
«El primer año en la universidad marca la vida de muchas personas. Te enfrentas a nuevos retos, nuevas ilusiones y a numerosos cambios que, por mucho que tengas previstos no dejan de sorprenderte. Todo esto se multiplica si, además, ese primer año lo pasas en una residencia de estudiantes. Vives veinticuatro horas, los siete días de la semana, con los que terminan convirtiéndose en tus mejores amigos. Abres los ojos de par en par y surge el amor, llegan las decepciones, descubres la pasión, te persiguen las tentaciones, conoces a fondo tus miedos...todo intensificado y a un ritmo que da vértigo. Los chicos de la Benjamin Franklin afrontan esa época repletos de sueños y también de dudas. Las cosas no siempre son lo que parecen ni salen como uno desea. Pero tienes que lanzar la moneda para saber si sale cruz o cara», Blue Jeans

Me lo he pasado muy bien leyendo esta novela romántica juvenil, olvidando facturas de la luz, camas por hacer, niños que atender, montañas de ropa por planchar... Por un rato soy como Elena, preocupada por empezar derecho, centrada en mis estudios y decidida a no enamorarme. Soy como Ainoha, insegura con mi cuerpo. Soy como Iria,  enamorada a distancia de un novio gilipollas, o como David, dispuesta a dar carpetazo a un pasado lleno de secretos. Algunas de sus preocupaciones son las mías de hace veinte años. He recordado la sensación de nervios en el estómago ante lo desconocido, el primer día en mi residencia de estudiantes. La desesperación de sentirme enamorada de alguien que ni siquiera sabe que existo. Las dudas, las palabras calladas por miedo al rechazo, la cobardía de las primeras veces que al final no lo fueron y también la valentía para aprender a ser una misma. Lágrimas, risas, experiencias, rechazos, amistad, amor y desamor, desafíos, borracheras, sacrificios y premios, verdades y mentiras que me han hecho ser la mujer que soy ahora. Y ahora estoy encantada; claro que cambiaría muchas cosas, pero nunca cambiaría lo que soy. Pero un ratito...¡ay! volver solo un ratito a aquellas fiestas universitarias, a las vacaciones con amig@s, pensando solo en verle y hablar con él, a los bailes en el Desván y los litros de calimocho, las tardes de Coronita y las noches de chupitos en el Raspa. Lo que daría por volver unas horitas a los dieciocho, diecinueve y veinte...
Tengo una amiga psicóloga y ginecóloga, vale su peso en oro ella..., que tiene aspiraciones de inventora y ya tiene casi listo un prototipo de máquina del tiempo. Nos falta financiación, porque esto del I+D esta muy infravalorado. Bueno, falta financiación y decidir las normas básicas para poder disfrutar de este gran descubrimiento que me permitirá ser una supermujer de 37 en un cuerpo de 18. Eso sí, estamos negociando, pero mi condición indispensable es llevarme atrás en el tiempo mi gusto en el vestir de ahora, y un paquete de condones, que yo era muy pava y muy sor, y estoy dispuesta a ponerle remedio. Ahí lo dejo literaut@s, pensad lo que queráis, pero pensad...¿a quién os dejasteis en el tintero?, ¿cuándo dijisteis SI o NO, y os arrepentisteis de la decisión?, ¿con quién os mordisteis la lengua y ahora vomitaríais lo que pensáis? O ¿con quién os mordisteis la boca y ahora os morderíais todo el cuerpo? ... Buenas noches literaut@s y feliz viaje a los dieciocho.

miércoles, 10 de junio de 2015

ALICIA...Y SANDRITA


Noche de escritura...
(...) a Sandrita encima los hombres que le entran son estupendos. Yo creo que los feos ni lo intentan, porque Sandra tiene ese aire de inalcanzable que ya se huele a distancia. Y a pesar de ser de lo más campechana_ tanto que a veces es hasta escatológica_, los tíos normales la deben ver fuera de su alcance, porque a su alrededor los moscones que la sobrevuelan son siempre del más alto nivel. De esos que ya querría yo que me dieran un vuelecito, aunque fuera un vuelo rasante sólo de pasada. Sandra tiene tanta seguridad en sí misma que te deslumbra. Y es guapa. Tiene el pelo ondulado rubio oscuro, la nariz pequeña, los pómulos marcados, y unos ojos medio azules, medio grises, preciosos. Es alta y siempre ha estado delgada sin hacer más esfuerzo que los tres días a la semana que sale a correr. Que conste que habla mi envidia…porque la tía se pone cerda a beber y a comer y nunca engorda ni un gramo. Sí, Sandra es una chica bonita y atractiva; pero aunque no lo fuera tanto, creo que seguiría deslumbrando y le seguirían lloviendo hombres a cubos, porque es ese convencimiento suyo de que es feliz, de que hace lo que quiere y cuando quiere, sin importarle un pepino lo que piense ni diga nadie, lo que la hace tan atractiva a la mirada de los demás. Y digo a la mirada y no a la vista, porque a Sandra cuando se la ve, se la mira, y con atención. Si va con su traje chaqueta, el tío que está sentado en la mesa de enfrente en la cafetería, está deseando quitárselo; y si sale a romper la noche con pitillos ajustados que yo no tengo aspiración de poder ponerme nunca ni en mis sueños, subida en unos tacones imposibles y con un escote de infarto…pues…eso, que ya no te queda otra que ir recogiendo babas por ahí a su alrededor. Y ella como si nada, oye. Parece que puedo oír a Susana, que es un pelín mojigata cuando quiere… 
_Sandra, hija, podrías ir más discretita…que vas enseñando toda la pechuga. 
_¡Ay! Susi, hija mía, que sor que eres a veces. Para enseñar toda la pechuga tendría que sacarme una teta, aquí en medio del pub, y yo de momento aún no enseño pezón…
Con este retazo de historia, os presento a un nuevo personaje, que todavía estoy construyendo. Bueno, más bien se está construyendo solo, con historias de aquí y de allá. Si tenéis una amiga como Sandra, o conocéis alguna aventura o desventura divertida que penséis que le iría como anillo al dedo a la amiga más loca de Alicia, podéis enviarme vuestros comentarios por correo, comentar en el blog o en la página de facebook. Me encantará poner un trocito de vosotr@s en mi...¿libro? ¡Coño, qué miedo me da decirlo...! Gracias y buenas noches literaut@s.

martes, 26 de mayo de 2015

NO ERAMOS POCOS...Y LLEGÓ ELLA.

  Sí, os informo literaut@s de que, oficialmente, mi familia es numerosa. Mi unidad familiar se compone de un marido ejemplar aunque se deje las migas en la encimera, esposa extresada pero feliz, o sease yo misma, dos machotes a los que más vale comprar un traje que invitar a comer, dos tortugas que chapotean pidiendo sus dos raciones de gambas disecadas diarias y, por si fuéramos pocos...parió la burra, y encima creo que el parto será literal . Y me explico, por que empiezo y no acabo: hemos adoptado a una preciosa y peluda cobaya, que encima creo que viene con sorpresa como el huevo Kinder. Con la salvedad de que nosotros no somos como esas familias de los anuncios de Kinder, tan repijas, tan perfectas, tan de mentira... Nosotros somos un puto caos, como debe ser cualquier familia española que se precie, y bastante gritones, que para eso somos de La Plana. Así que si cualquier cobaya tiene derecho a acojonarse en su nuevo hogar, la mía creo que se lleva el premio gordo, porque embarazada, la cambian de casa y la instalan en el camarote de los hermanos...Jordi y Joan... Se merece un monumento...que digo monumento...se merece unas vacaciones pagadas en el Benidorm de las cobayas. Pobre criatura, se ve estrujada, perseguida, alimentada, peinada, y todo esto tiene que aguantarlo en esa etapa tan delicada de la vida de las mujeres, con las hormonas disparadas, y con falta extra de vitamina C. De esto último me he informado en google, que quiero estar preparada para que cuando se cumpla el día 63 de gestación, lleguen al mundo de 1 a 9 cachorros con las menos complicaciones posibles. Y estoy estresada, para que negarlo, porque no era suficiente con tener que cuidar a otro polluelo en el gallinero que es mi casa, que encima soy la nueva ginecóloga y obstetra responsable. Me va a dar un jamacuco. Dos jamacucos,como las nuevas cobayitas sean 9. ¿Qué mierda de explicación ponen en la wikipedia? ¿De 1 a 9? Joder, ¡qué poca exactitud!
Así que un consejo, queridas literaut@s: Id a comprar a las tiendecitas ambulantes de Santa Quiteria antes, y siempre antes, de haceos un vinito, o unos cuantos, en el mesón del vino. ¿Por qué? Porque os puede pasar como a mí que estaba tan contenta y tan feliz, que cuando ví el puesto de animalitos, LES SUJERÍ YO MISMA A MIS HIJOS QUE LA COMPRARAN con la paga del abuelito. 
Buenas noches literaut@s...y conformaos con la foto de pega que me he bajado de google, porque la pobre Flufi, está tan asustadita, la pobre, que no se le pueden hacer fotos, ni con flash ni sin él. ¡FOTOS NO, PLEASE! Pero tranquilas, voy a entrar en el modo paparazzi, y tendré el instagram preparado para cuando se le pase el canguelo. Voy a hacer la lista de la compra de la verdulería, para cuidar a la futura mamá ¡Hasta luegooooooo!


jueves, 14 de mayo de 2015

ALICIA...Y UN LIBRO EN LAS BRAGAS


   




  Después de muchos días y semanas...de sequía, sigo contando, escribiendo, puliendo, corrigiendo...la vida de Alicia, ese personaje que surgió a partir de un pequeño relato y que va creciendo y tomando forma a medida que lleno páginas en blanco. Ese personaje que tiene parte de mi misma, de mi amiga, de mi vecina, o de la dependienta de la tienda de la esquina. Para compartir su vida con vosotr@s, literaut@s, os dejo un trocito... ¿del libro? No sé lo que será ni en lo que se convertirá algún día, pero ahora mismo ES, sin más. Y de la misma forma que me hace feliz crearlo, me hace feliz que podáis leerlo.  
"(...) El día que lo conocí a Él, con su elegancia, sus exclusivas gafas de montura de pasta e irradiando inteligencia mientras firmaba un libro tras otro en la mesa que yo había preparado junto a la sección de narrativa española, me di cuenta de que mi vida podía haber sido más como la suya. Con sólo tres años más que yo, y nacido a dos manzanas de mi casa estaba promocionando su segunda novela y dejando encandilados a todos los presentes, sobretodo a los del género femenino_ incluida yo misma_ rezumando estilo y escribiendo frases ocurrentes a diestro y siniestro. Sin pensarlo, y a riesgo de que mi jefe se me tirara al pescuezo, cogí un ejemplar del mostrador y, con todo mi morro, aprovechándome de mi horrible uniforme de trabajadora y desoyendo las protestas de algunos, me colé entre la gente que esperaba pacientemente a que la nueva revelación castellonense de la narrativa española, con una caída de pestañas de impresión, les mirara con sus ojos negros y les preguntara el nombre, para estampar su rúbrica en el libro que acababan de comprar por el módico precio de veintidós con noventa y cinco. Yo también disfruté de la visión de aquel ejemplar, y no estoy hablando del libro precisamente…, y aunque no me lo creía ni yo, aún disfruté más del café, la cena posterior, las copas y lo que surgió después. Quien me iba a decir a mí, una humilde trabajadora del gremio librero, que iba a alternar con todo un señor escritor como Ramón Jáuregui, y que conocerle iba a cambiar mi vida por completo.
Me desarmó por completo con su físico de impresión, su ingenio y su labia. Hay que reconocer que su manera de entrarme fue decidida y terminó de deslumbrarme. No hubiera sido tan interesante si se hubiera limitado a un soso ¿nos tomamos un café? No, Ramón fue más original e inesperado. Ya he dicho que me colé discretamente, y cuando llegó mi turno, estaba nerviosa, en parte, tengo que reconocerlo a riesgo de parecer de lo más superficial, por ir vestida con el dichoso uniforme. No me hacían justicia ni la sosa falda azul marino con largo del siglo pasado, ni la camisa verde, ni la chaqueta de punto también azul. Era una piel en la que no me hubiera sentido yo ni con veinticinco ni con cuarenta. Si me siento guapa, puedo pisar fuerte por la calle y por la vida, voy con la cabeza bien alta y más segura de mi misma. Es una gilipollez pero para que negar lo evidente. Y yo ese día, con todo el trabajo que habíamos tenido con la dichosa presentación del libro, por no llevar, no llevaba ni el pelo bien hecho. Me coloqué nerviosamente un mechón que se escapaba rebelde de mi coleta y me alisé la falda con las manos, incómoda con mi indumentaria. Cuando me miró fijamente a través de sus gafas de pasta me quedé medio embobada. Aliciaaaa, dile tu nombre por Dios que pareces medio lela. Menos mal que reaccioné, un pelín tarde…eso sí, pero las palabras salieron de mi boca. Me llamo Alicia…Aunque él, por supuesto, se dio cuenta de mi turbación, porque esbozó una media sonrisa, y le brillaron los ojos con sorna mientras me dedicaba el libro. Un gracias susurrado por mi parte, cogí el libro y, mientras me alejaba de la cola, me lo escondí rápidamente en la cinturilla de la falda, sujetándolo con el elástico de las bragas, y abotonándome de arriba abajo la chaqueta de punto para ocultarlo bien. No creáis lo que no es, pensaba pagarlo luego, pero si mi jefe me veía con el libro en las manos, y con lo mal que yo miento, me armaba la marimorena. Me moría de ganas de leer la dedicatoria que me había escrito, pero tuve que ponerme a atender a un cliente, y luego a otro, y a otro… Al menos mis comisiones del día fueron buenas. Pero yo por ahí correteando con la novela de Ramón Jáuregui metida en un sitio de lo más incómodo. Cuando no se me subía al caminar y tenía que disimular como si me estuviera rascando o que se yo, me clavaba las esquinas al agacharme a coger algún ejemplar de la zona baja de la estantería. Vamos que al final era más la desesperación por sacar el libro de mis bragas que las ganas de meter a su autor dentro de ellas.(...)"