viernes, 20 de febrero de 2015

LAS MIL Y UNA...CACAS.

¡¡¡Hola literaut@s!!! Hoy, día que me convierto oficialmente en mujer de 37, (¡ay que mayor!...pero chisssst, ¡qué bien me conservo!), me han traído este cartelito tan monísimo i me ha hecho gracia, fíjate tú. Él cartel no sé si será eficaz, pero es un eufemismo puro todo él. Es como cuando estás de ocho meses y te dice una amiga de tu madre "¡que guapa y embarazadísima estás!" Y sí, tu piensas "señoraaa, que parezco un tonel, no tengo tobillos y tengo los labios de Carmen de Mairena..., pero ¿qué me está contando...?" Igual en el cartel sería más efectivo decir claramente: "Señores dueños de mascotas perrunas...recojan los excrementos de sus amiguitos caninos o, por ordenanza municipal, serán multados con sanciones económicas de órdago" Aunque a mí me sale más ser un pelín más clara y gritar:  "¡Recoge la mierda de perro... COCHINOO, MARRANO, CABEZA DE NANO! Que no se bien lo que quiere decir, pero era efectivo con siete años si lo decías cantando. Así que ¿por qué no va a serlo ahora? Pero claro queda más bonito animar a que el populacho saque su civismo de lo más adentro de su alma y diga: "voy a recoger la caca, aunque este blanda y me pringue, porque adoro mi ciudad y quiero que este limpita". Y una MIERDAAAA,  nunca mejor dicho. A ellos los pringaba yo, con la caca y con un multón, porque si no nos tocan el bolsillo..., no nos damos por aludidos.
Pero bueno, esto me ha recordado un fragmento de un relato que escribí hace un año para el libro 15 relats breus d'autors locals, y como he hecho propósito de incluir en este blog escritos propios pues ahí va uno para que sirva de precedente :

"El viernes por la tarde, salí de casa rápidamente y con el tiempo justo de hacerme un café granizado con horchata en la Jijonenca antes de ir a la oficina, que la talla cuarenta y dos cuesta también mantenerla. Bueno, a decir verdad, yo quise ir rápidamente, cosa difícil cuando se interpone en mi veloz camino mi ascensor. Es que parece que se lo está pensando cuando va de piso en piso, como si no quisiese abrir las puertas a nuestras cavilaciones, nuestro cabreo si no hay cobertura o nuestra interesante conversación sobre el frío que no llega o el que ha llegado sin avisar, con el vecino del quinto que está cañón.
Después de lograr bajar los cuatro pisos y atravesar el portal, salgo a la calle con decisión y piso una mierda de las de campeonato. Pero bueno, pienso, ¿qué tiene la calle San Fernando que atrae a tanto chucho o mejor dicho a tanto dueño? En realidad, la plaga de cacas afecta a muchas calles de Almazora, bien pensado, debería hacer un escrito a nuestro alcalde Casanova por si no se ha percatado del asunto, y es que un día, mi hijo y yo contamos de camino al colegio, cuarenta y dos cacas, que se dice pronto pero contarlas se las trae. Pues esa tarde de viernes de noviembre, una de las cuarenta y dos la tuvo que pisar mi pie. Mi cerebro no transmitió con la suficiente rapidez la orden a mi pie para que la esquivara a tiempo y… chof…ya no tuvo remedio. Últimamente, los reflejos y la memoria comienzan a fallarme; no sé si serán los años que pesan o la falta de sueño, con tantas noches en vela leyendo cincuenta sombras o poniendo en práctica alguna sombra que otra.
No soy nada supersticiosa, pero algo me dijo que pisar una caca con tanta vehemencia no podía ser muy buen presagio. Deseché la mala e inoportuna idea de mi cabeza porqué aquel debía ser un viernes perfecto; aquel era uno de esos pocos y exclusivos viernes que te coges vacaciones, y dejando la cena preparada para hacerle la pelota a tu maridito, quedas con tus amigas del alma para cenar. Bueno, para cenar y para fumarnos todo lo que se puede fumar y darle a la sin hueso sin descanso. Una de esas veladas en la que lo menos importante es lo que cenas, y lo más con quien cenas y cuantos ceniceros llenas."

Bueno literaut@s, gracias por leerme, y ¡buen finde a tod@s!

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