sábado, 7 de marzo de 2015

¿MEJOR SIN...?

 Buenas noches literaut@s, antes de acostarme he querido reflexionar sobre la desternillante obra de teatro que acabo de ver, por cierto gratis (icono de palmas del whatsapp) y en la Casa de la Cultura de Almazora (más palmas). "¿Mejor sin? Reflexiones de una madre arrepentida, a ratos" es un monólogo a tres bandas, de tres madres desesperadas. Desesperadas porque la sociedad las empuja a ser madres y a desear serlo y por lo hartas que están de ser eso,...madres. Empezamos nuestra metamorfosis de mujer a madre deseando fervientemente un hijo que prosiga con nuestra estirpe y que sea carne de nuestra carne. Y lo planificamos todo a conciencia: amueblamos su habitación, la llegamos de juguetes para que al niño no le falte de nada, compramos un carrito de última generación al que solo le falta el piloto automático, llenamos el armario hasta que el niño tiene más modelitos que nosotras mismas y leemos todo lo que cae en nuestras manos sobre la crianza de los hijos. Y cuando nace el niño, decides y gritas a los cuatro vientos que acabas de vivir el momento más feliz de tu vida..., si no fuera porque las contracciones te partían la espalda en dos, te pasaste diez horas para sacar aquello por un agujero del tamaño de un guisante y encima tuvo que intervenir el bisturí con los consabidos puntos, y con las almorranas llamando a tu puerta. Pero ¡chisssst! ...fue el día más feliz de mi vida, y no se hable más... . Durante unos meses, disfrutamos del vínculo madre-hijo como nadie. Esa unión es irrompible. Y tanto...porque si suelta pezón berrea como un descosido. Pues ¡ala!, a dormir al sofá con el niño en brazos y la teta fuera. Y tú eres una madre feliz cuando sales a lucir niño por la calle, porque en tu casa más bien pareces una zombi con las pocas camisetas que te caben empapadas de leche. Pero poco a poco todo cambia, y se acaba lo de amamantar a tu cría y retornas al mundo laboral. Ahora sí. Ahora si que vas de puto culo, y encima la culpabilidad por abandonar a tu pollito en el nido de otros es lo peor. Pero lo superas y todo pasa. El niño crece y empieza con sus primeras papillas. ¡Qué ternura! Todo el puto día haciendo purés, que necesitas ser un masterchef para organizar los menús de introducción de alimentos: que si ahora la yema de huevo, luego la clara, ahora legumbres...¡uff! yo que me apaño con una ensaladita. ¿Y esa pasta pringosa disparada a propulsión por toda la cocina? O ese pegote en el pelo con el que sales a la calle sin ni siquiera percatarte..."¡Con lo que yo era! Y ahora no tengo tiempo ni de maquillarme." Te desvives por ellos y dejas tus horarios, tus rutinas y hasta el sexo. Y siempre hay alguien que te dice: "Tranquila mujer, que cuando vaya al cole..." Y van al colegio. Y cuando ellos crecen, crecen también sus problemas. Las peleas, los deberes, su tutora que le tiene manía, esas carreras del ingles al futbol y del kunfú al esgrima, los cumpleaños infantiles en infiernos llenos de bolas, el fulanito no me ajunta..., y el menganito es tonto y me pega...Y claro, tu le das tus sabios consejos: hay que ser bueno, compartir, querer a todos y no pegar a nadie. Pero por dentro estás pensando: Fulanito y Menganito...habrán salido a las chonis de sus madres, de tal palo tal astilla...como le hagáis algo a mi pollito...¡por mi hijo MAAATOOOO!
¡Ay las madres! A veces estamos un poco locas y se nos va la pinza. Y digo yo...¿por qué cuando somos madres, dejamos de ser otra cosa que no sea madres? Tengamos una cosa en cuenta: los pollitos volarán del nido, se buscarán otra pajarraca con más plumas que nosotras y harán lo que les salga de los cojones...Así que cultivemos nuestro lado mujer, y dejemos un poquito de ser madres a jornada completa.  Si la sociedad me juzga, a mi plim.  Si otras madres me juzgan y presumen de embarazos maravillosos, partos espectaculares y retoños adorables y atiborrados a extraescolares para estimular su inteligencia...a mi plim. Todas mienten. Todas flaquean. Todas en algún momento pensamos: ¿mejor sin? Todas queremos a nuestros hijos más que a nada. Les damos todo, a veces demasiado. Nos desvivimos por educarles y ofrecerles lo que está en nuestra mano y a veces lo que no podemos conseguir. Y presumimos de nuestros hijos con orgullo, algunas veces con menos sinceridad y más inquina hacia la madre de al lado...Y hacemos cosas por nuestros hijos que siempre dijimos que no haríamos, la cagamos una y mil veces ...y no pasa nada. Nada de nada. Tenemos derecho a equivocarnos una y otra vez. Nuestros hijos, a diferencia de la sociedad inquisidora que nos juzga, siempre nos van a perdonar. Pero recordemos: los hijos no son toda nuestra vida. Debemos tener otra vida pequeñita, minúscula aunque sea, paralela a ellos, para no olvidar que somos Bea, María, Ana, Seila o Sandra...además de mamá.
Buenas noches queridas literaut@s, seáis mamás o no.

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